sábado, 25 de enero de 2014

Por ahí no, querida. Por ahí, no.

Hasta el moño. Que suele ser justo el momento en que me decido a dar entrada bloguera a mis inquietudes.

Empiezo. Feminismo, boh. Qué aburrimiento. El histerismo casi patológico que ha alcanzado este movimiento pseudoprogre se manifiesta en la que se ha liado a raíz de las azafatas del stand de Gandía en Fitur.

Ha sido salir una foto en Twitter y hordas de indignados se han lanzando a cacarear como si no hubiera mañana. La razón: las generosas curvas de las muchachas que promocionan el stand, que, por lo que se ve, es la peor forma de agresión violenta hacia la mujer que existe. No se dice qué mujer, es la mujer en general. No sé explica en qué las curvas agreden, como tampoco se dice en qué las no curvas agreden. No sé aclara en qué consiste esta agresión. Lo único que se hace es poner el grito en el cielo, protestar, amenazar, insultar y largar discursos incendiarios aludiendo a no sé qué patriarcado de nombre indefinido en un discurso vacío y sin argumentos.

Lo peor es que las instituciones siguen la estela del vociferio. Y amenazan con sancionar una actividad que no dibuja más delito que el molestar a unas hembras de piel fina que pretenden que toda mujer sea protegida como una niña pequeña, sea objeto de una discriminación positiva que sigue siendo discriminación y que pretende imponer a la sociedad sus ideas a golpe de porque lo digo yo. O sea, un insulto a la inteligencia del resto de ciudadanos.

Pues no señoras. No hemos conseguido igualdad de derechos y libertades individuales para pasar de estar sometidas a los hombres a estar sometidas por las mujeres. Que seas mujer como yo no te da derecho a hablar por mí ni te legitima a decirme cómo tengo que vivir, pensar, consumir, follar, comer, beber o viajar. Dedícate a tus cosas, querida, y respeta que los demás vivan, actúen, piensen y trabajen como les da la gana. Que en eso se basa la libertad. Por cierto.



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Ultra lex
En un extremo tenemos a la señoras vociferantes y al otro a los señores que las matan callando. Gallardón, Fernández-Díaz, Mas y compañía que se empeñan en devolver el tinte místico a la política patria.

Proteger el supuesto derecho de los no-nacidos. Invocar a la virgen para desarrollar una ley. Defender a una nación del insulto y la ofensa. Discurso de corte ultra que cercenan la libertad y la responsabilidad del individuo en pos de un bien común de tinte milenarista.

Algo ordinario ya. Y no tan alejado del vociferio feminista. O más bien en la misma línea, que pasa por imponer la moral propia al resto de ciudadanos.


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Momento musical. Una perla entre perlas: Mina cantando Moliendo Café. Ojo a a la puesta en escena.