martes, 30 de diciembre de 2014

¡Ya!

Un día. Sólo un día y adiós a mi año horrible. Todo pasa y el tiempo lo cura todo y no hay mal que cien años dure y bla, bla, bla, bla.

Por una vez y sin que sirva de precedente, le daré crédito a los refranes populares que, aunque esconden un poso de sabiduría, suelen ser bastante siniestros.


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El plan perfecto

- Una buena cena.
- La mejor compañía.

Y ya. Ya me diréis si es o no es el mejor de los planes perfectos para celebrar el nuevo año.


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Momento musical, Stayin Alive de los BeeGees pasado por el turmix de Aterriza Como Puedas. Por las risas y por uno que baila como la claca de esta secuencia.





domingo, 21 de diciembre de 2014

Feliz escatológica Navidad

A los catalanes nos agrada hablar de cacas, sobre todo en Navidad y en verano. En verano solemos comentar el ritmo de nuestras deposiciones intestinales con nuestros compañeros de vacaciones, cada mañana, al desayunar. No falla. Se narra la forma, cantidad y dificultad o ausencia de dificultad de la visita o visitas diarias al señor Roca, que puede haber varias, una o ninguna.

Nosotras solemos señalar al cambio de agua, a la comida, a la falta de sueño o exceso de él para justificar un cierto estreñimiento y la busqueda de consejo sobre cómo desbloquear la situación. Ellos al revés. Nunca fueron más ligeros y nunca su sistema digestivo les favoreció tanto a la hora de hacer hueco para la próxima comilona como en estas vacaciones. Mientras que las féminas rebuscamos en el neceser esas milagrosos comprimidos a base de algas y fibra natural y nos hinchamos a kiwis, piña y ciruelas, los machos acaban su aventura escatológica pidiendo por favor sal de fruta y primperanes. Productos que, casualmente, llevamos también en nuestro neceser.

Pero eso en verano. En Navidad, o sea, justo cuando el invierno empieza, los catalanes decoramos nuestras casas con un montón de objetos que nos recuerdan la tendencia a cagarla mucho. En primer lugar pero escondido detrás del chamizo que acoge a las figuras de San José, la Vírgen María, el Niño Jesús, la Mula y el Buey tenemos a ¡el caganer!

Personaje ya tradicional en cualquier belén patrio, el caganer es un tipo rural y ágil, que sabe acuclillarse a pantalón bajado para depositar sin manchar la barretina y la zamarra. Sabe, digo, de la importancia de mantener el atuendo impoluto y sabe, también, que el tocado es imprescindible si no se quiere perder el calor corporal cuando uno decide sacar el culamen a pasear en diciembre. La gracia está en que siempre lo pillamos en un apretón y, claro, se le cuelga el sambenito de incontinente cuando lo cierto es que cualquiera de nosotros haría lo mismo si se encontrara en su situación. Así esté en Jerusalem o delante de la Casa Rosada.

La filia por las heces del Nadal catalán impone un ritual peculiar cada 21 de diciembre: el inefable Caga Tió. Este es un tronco más o menos largo, con barretina eterna y una manta que tapa un extraño cuerpo sostenido por dos inquientantes patitas de hormiga. Da mucha rabia el muñeco y pasa lo que tiene que pasar: que de tan hostiable una jauria de niños (los menos) y de adultos (los más) violentos y descontrolados le acaban propinando una somanta de palos. El objetivo está en descargar la mala leche (para los adultos) y exigir a base de tortazos (para los niños) que el tronco cague regalos mientras se canta una letra ritual sólo apta para iniciados en el arte del sacamantecao.

Muy navideño y pacífico todo.

Por último tenemos orinales. Rosados, blancos, azules e incluso decorados con cenefas de flores. Así son los pequeños orinales que pueblan en estas fechas los escaparates de las pastelerías y confiterías de Barcelona. Estos recipientes se obsequian el día de Reyes y, sí, llevan una caca dentro. La hez no suele superar el volumen de un puño aunque algunos desalmados dejan algunas más grandes e imponentes dentro de los zapatos que los familiares colocal con ilusión junto a la ventana la noche del 5 de enero.

Se conoce que Sus Majestades de Oriente cagan en los orinales cuando pasan por nuestras casas, que en algún lugar tendrán que evacuar todo el ron y los dulces con los que son agasajados. Tú me dejas deliciosos manjares y yo te cago una mierda en ese orinal tan mono. Eso sí, la mierda se compone de un dulce de higo parecido al membrillo y es comestible, para tranquilidad de los sufridos papases y mamames que los engullen sin contemplación. A estas alturas de las fiestas ya tanto da ocho que ochenta y si hay que comerse una caquita pues se come. Eso sí, esperando lagrimón en ristre que, por favor, se acaben ya las fiestas y los niños vuelvan al cole.

Y así, de mierda en mierda, vamos pasando los catalanes unas muy felices y marrones navidades.


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Nota mental
Comprar papel de váter. Prioridad: urgente.


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Política
Ha estado Pablo Iglesias hoy en Barcelona y ha dicho nada. Los independentistas siguen de roneo a ver si ganan un poco de tiempo. Se acabó el fútbol hasta enero y Mariano continua desaparecido. Raúl y Barack se empiezan a querer, Kim ha troleado un estreno de Sony y Nicolás ha entrado en quiebra. No hay más novedades en el frente.


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Momento musical, para seguir con navideño, Fiesta de Navidad, una rareza de villancico salsero que canta Celia Cruz a una tal Manuela. Muy kitsch.






lunes, 15 de diciembre de 2014

Solidaridad Nacional

Hace ya años que porfio contra lo políticamente correcto. Es algo que nos me da mal del todo: puedo ser bastante borde si quiero, la masa me repele y no soporto a las personas que graznan sin criterio alguno. No he sido educada para callar y desde bien pequeña aprendí a adorar la libertad, la verdad y la inteligencia. Durante los 34 años que llevo en este mundo he soportado muchas veces que me llamen facha, radical y no sé que otras tonterías por manejar unas ideas independientes y reflexionadas. Pero, claro, a quién tiene ideas de piel fina sólo le queda escudarse en descalificar al otro y convertir la sociedad en una estupidez políticamente correcta, disculpen el pleonasmo.

Ayer este país llegó al paroxismo de la corrección política en un burdo ejercicio de cinismode los dirigentes de un Gobierno que ha dejado de gobernar. Estos se dejaron ver por el aquelarre anual de La Marató de TV3, evento ya tradicional destinado a recaudar fondos solidarios para una u otra causa. Este año tocó las enfermedades del corazón.

Cada año antes de Navidad la cadena autónomica emite un larguísimo programa en el que gentes de la farándula artística, social y cultural de Cataluña prestan un rato de su tiempo para coger el teléfono de los donativos, actuar, dar una entrevista o cocinar en directo, por ejemplo. En esta edición, ¡sapristi! a él asistió lo más granado del latrocinio nacionalista en busca de la pela solidaria para unos hospitales que ellos mismos han esquimaldo. O sea, que se pedía para investigar sobre las enfermedades del corazón que matan a uno de cada cuatro catalanes y a la vez se cierran las urgencias de los hospitales durante la noche. Asombroso.


Parece increíble, pero sí, sí. Bajo el ala de TV3 pudimos ver a Quico, Andreu, Mónica, Joana, Marta, Carme, Joel, Boi y toda la claca que lleva años chupando del bote de lo público, hospitales y centros de salud incluidos.



Ellos sonreían, se hacían fotos, cogían el teléfono y cuando pensábamos que el tema ya no daba más de sí. ¡Otra sorpresota! Aparecen Artur y Helena, con actitud de despedida de soltero y risa fácil. Se conoce que aparecer de esa guisa por el plató les hacia mucha gracia, estaban en la cresta de la ola, todo era maravilloso. Y ¿cómo si no?


 


Semejante espectáculo retrata bien la opinión de estos señores sobre los ciudadanos que les votan y a los que mangonean como si no hubiera un mañana. Twitter se incendió y hubo quién se sintió muy ofendido con los comentarios jocosos que se versaron sobre estos siniestros personajes: Pero, ya se sabe que quién se pica, ajos come. Pretender que las personas se traguen toda la mierda que genera esta gente es, cuanto menos, de un matonismo fuera de lo común.

Como guinda, os dejo dos datos. La recaudación ha alcanzado los 8.864.016€. Y el Molt Honorable President de la Generalitat de Cataluña cerró su presencia en el sarao con la siguiente frase: ‪"#‎LaMaratoTV3‬ demostra que som un país de molta qualitat i de molt bona gent".

Ejem.


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Nota mental
Tengo que comprar papel de váter.


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Sector
Arde.

Luis Sanz, exconsejero delegado de Intereconomía ha sido detenido por orquestar la caída del servidor de PR Noticias, en 2013 y tres hackers mediante. Según leo, esto empujó al portal a estar tres semanas inoperativo, durante las cuales habría dejado de ingresar 425.000€. El porqué parece residir en las noticias desfavorables que los periodistas de PR publicaban sobre Intereconomía.

Todo muy espectacular. Hay un hacker libanés, PR Noticias ha inciado una campaña con el #PRNosecalla, los Ariza se niegan conocer este ciberataque y los demás nos enteramos del buen hacer de la Unidad de Investigación Tecnológica de la Comisaría General de Policía Judicial.

Por otro lado PedroJota sigue a la greña con García-Abadillo y desde Prisa le andan buscando las vueltas a Roures, que ha logrado acudir al Fogasa, llevar a la quiebra a sus productoras y desviar 250 millones de euros a paraísos fiscales, todo en una misma vida.

Ah. Y los dinosaurios del la AEDE ahora lamentan la marcha de Google News y miran, ensimismados, las pelusas que se les meten en el ombligo. Mientras, pierden una sustanciosa parte de su tráfico y sus ingresos y le lloran al papá gobierno

Estos últimos días he estado viendo y leyendo mucho sobre mafia. Era todo ficción hasta que me he puesto al día con la prensa.

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Momento musical, Give it Away, de Zero 7. Del 2001, cuando visitar El Café del Mar y escuchar a Pompougnac en el Hotel Costes tenía cierto glamour.










domingo, 14 de diciembre de 2014

Santa María del Mar

Suelo visitar a menudo la preciosa iglesia de Santa María del Mar, uno de los templos más hermosos que conozco. El paseo sale desde la Estación del Norte, fcruza por paseo de San Juan y su Arco del Triunfo y luego se pierde por las sinuosas y vivas calles del Barrio de la Ribera. A veces por la calle Comercio, otras dando un rodeo por Carders o recorriendo Sant Pere més Baix hasta el Mercado de Santa Caterina: dejo que mis pasos dibujen el plano y llego. Al final siempre llego.



Hay, eso sí, un lugar que evito. El mal gusto nacionalista ha sovietizado la antaño encantadora plaza Comercial, situada enfrente del Mercado de El Born y ha convertido lo que debiera ser una bibliotica provincial en una suerte de mausoleo a los caídos en la guerra de sucesión y patrocinado por una marca de cerveza. A los caídos, claro, que apostaron por el bando perdedor y cuya derrota se rememora cada 11 de septiembre en un absurdo aquelarre de enseñas, antorchas y discursos totalitaristas. Los alérgicos a la bandera deben evitar hoy esta plaza, en la que se han sustituido los árboles que sombreaban los estíos por una enorme bandera catalana y un pavimento de cemento armado y escasa gracia.

Evito, pues, el mamotreto y camino hasta el templo.

En verano los alrededores de la Basílica de Santa María del Mar adolecen de una cantidad de turistas despistados y a medio vestir que llega a hacerse incómoda. Si no ha llovido en días, las calles huelen a orín y espacio cerrado, poco ventilado y cargado de humedad. En invierno la zona es una delicia, sobre todo por la noche, cuando las farolas iluminan el suelo con un halo tenue que realza las superficies rugosas de las paredes medievales, los pórticos ovalados y los minúsculos escaparates de los talleres en los que trabajan artesanos locales. Con frío, el barrio se muestra más silencioso, más solitario y más denso.

De estilo gótico mediterráneo. De nave única. Desnuda. Sencilla. Elegante. Sólida. Austera. Y muy bella. Desde fuera parece un edificio chato y robusto, enclavado en un espacio angosto y nada atractivo. En la fachada principal apenas destaca un enorme rosetón y unos modestos bajorrelieves que poco se asemejan a las flamígeras veleídades del gótico del norte de Europa. Luego, se entra en la Basílica y ¡pum! Uno empieza a asombrarse del contraste entre el fuera y el dentro.

Lo que fuera es macizo y contundente es dentro fino y ligero. El espacio parece multiplicarse y crecer, sostenido por unas elegantes y ágiles columnas octogonales que se elevan hacia el cielo y candan en unas bovedas decoradas con motivos religiosos. Aquí todo es armónico, agradable y comedido. La luz difusa, suave y tenue se filtra a través de unos vitrales coloristas que narran la historia de Santa María del Mar, desde que fuera construida durante el siglo XIII por los pescadores y estibadores que habitaban en el entonces popular barrio de la Ribera.

En el ábside la frecuencia de las columnas aumenta, dando relieve a la parte más sagrada del templo, que sigue destinada a la liturgia y en la que a menudo se dan conciertos de música sacra, desde Händel hasta gospel con sabor a jazz. A veces también se canta durante la misa para sorpresa de los guiris que intentan, en vano, retratar el momento con los objetivos de sus cámaras. Ellos están poco rato, dan un vistazo rápido y salen en busca de la siguiente parada. Resulta curiosa la actitud ajena de los que siguen misa obviando el trasiego que los rodea. Observar a los humanos siempre me ha parecido un ejercicio interesante y, aquí, puedo hacerlo sin que nadie se ofenda.

También merece la pena sentarse un rato en uno de los bancos de madera del templo y dejar que la paz de unas piedras hermosas y centenarias inunden el espíritu. Y luego, para celebrar que conoces este encantador rincón de la ciudad puedes subir por Montcada y tomarte unos vinos en el Xampanyet o el Euskal Etxea. Enfilar hasta Princesa a comer un arrocito en el Senyor Parellada o una fondue en la Cua Curta. O seguir por el Passeo de El Born y beberte un mojito en el Berimbau o en el Pitín Bar.


jueves, 11 de diciembre de 2014

La esfera de las cosas buenas (cuento dedicado)

Érase que se era un niño rubio de ojos azules que habitaba cerca del mar, a pocos metros de unos acantilados que cortaban el océano. Era este un niño despierto e inteligente que pronto entendió que el mundo se podía modelar y se propuso hacer de él un lugar mejor. Primero, observó y vió que si apretaba un interruptor se encendía una bonita luz, que si pulsaba una tecla salía una hermosa nota y que si giraba una palanca un motor se ponía en marcha.

Todo aquello le entusiasmó y decidió que su vida se construiría gracias a los botones, las teclas, los interruptores y las palancas. Haría un panel esférico del que surgiría todo aquello que le gustaba.

El niño buscó en todos los rincones del mundo los mejores botones para construir su esfera y a cada uno de ellos le asignó una función. La tecla negra serviría para borrar las pesadillas, la amarilla para invocar a la lluvia, la verde para hacer chocolate, la roja para llenarse de besos, la naranja pedir pedir al sol que saliera, la morada para aprender lo desconocido y así con todas las cosas que le gustaban. Dibujó unos planos y empezó a construir su esfera en secreto pues pensaba que un invento como ese sólo se podría enseñar cuando estuviera acabado.

Un día los mayores se llevaron al niño de ojos azules a una isla remota donde hacía calor y olía a maíz. El pequeño se encontró con su maleta ya hecha. Había que irse ya y no tuvo tiempo de llevarse la esfera de los botones de las cosas buenas que tenía a medio construir.

El niño creció y olvidó su esfera de los botones de las cosas buenas. Seguía siendo una persona despierta e inteligente, de modales agradables, pelo rubio y unos ojos azules que brillaban cuando algo le interesaba. Era un hombre sabio y feliz y así lo veían los demás. A veces, pero, le embargaba una nostalgia que no acababa de entender. No sabía qué era lo que echaba de menos. Era algo importante, eso seguro, pero no sabía qué.

Una noche recibió una llamada: tuvo que volver rápido hacia el norte, allí donde los acantilados cortaban el océano y el aire sabía a salitre. Llegó tarde, cuando ya no se podía hacer nada y se refugió en la casa donde había vivido de niño para pasar el duelo y digerir la tristeza.

Y, allí, enterrados entre antiguas sábanas y juguetes de infancia encontró los planos de la esfera de las cosas buenas.

Hoy el hombre rubio de ojos azules sigue fascinado por los botones y construye su esfera con paciencia. Vive cerca de los acantilados que cortan el océano y sabe que algún día acabará su trabajo y que, entonces, podrá hacer del mundo un lugar mejor.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Vamos a dar un paseo y te lo cuento

- Soy Manuel, dile a Eva que se ponga, que tengo que hablar con ella de su coche.
- ¿Qué le ha pasado al coche? No sabía que Eva tuviera un coche.
- Pues sí y parece que ha habido un accidente. ¿Me la pasas, por favor? Que tengo que hablar con ella.

Eva cogió ofendida el teléfono que Pedro le tendía. Le molestaba mucho que lo cogiera sin su permiso. De hecho, le molestaba mucho que Pedro tocara sus cosas. Una vez lo pilló rebuscando en los cajones donde guardaba la ropa interior, las bragas, los sujetadores y las medias. Desde entonces no podía soportar que tocara sus cosas.

- ¿Sí?
- Eva, soy Manuel, lo siento, vas a tener que venir al depósito de la Guardia Urbana en cuánto puedas. Tu coche está aquí.
- ¿Qué? ¿Cómo que mi coche está ahí?
- Eva, no tengo tiempo de discutir, ¿puedes venir al depósito ahora? Es el de la ronda del Litoral, coge un taxi y ven para aquí. No le digas nada a Pedro.

Miró a Pedro de reojo. Este la contemplaba con una media sonrisa abierta hacia la derecha de su cara y que arrugaba la enorme cicatriz que tenía en la sien. Era una herida repulsiva, mal cerrada y con las puntadas de las costuras aún visibles.

Colgó. Pedro la seguía mirando con cara de bobo, con las cejas levantadas y los ojos muy abiertos.

- Me voy. Ha pasado algo con mi coche. Tengo que ir al depósito del Litoral a ver qué ha pasado.

Pedro no replicó y amplió el radio de su sonrisa. La cicatriz casi desapareció tras las comisuras de una boca que se estiraba feroz por la parte baja del rostro cara. Feroz y estúpida.

- Me cojo un taxi. No tardaré nada, supongo, aclaró Eva.

Pasó rozando el cuerpo de Pedro, que bloqueaba a medias el quicio de la puerta de la cocina. Se hizo con el bolso, las llaves, la cartera y el teléfono y salió de casa dando un portazo airado. Eva ya no podía soportar a ese imbécil ni un minuto más, odiaba su sonrisa de hiena, su asquerosa cicatriz, su aspecto de gorila de discoteca y su discurso de mierda.

Paró taxi conducido por un pakistaní que movía la cabeza al ritmo de la música folk que salía del aparato de radio. La tapicería del coche olía a rancio y dos enormes dados rosas colgaban del retrovisor.

- Al depósito de la Guardia Urbana del Litoral. ¿Sabe dónde es?, indicó Eva.

El taxista arrancó y en cinco minutos llegaron a la boca de entrada al depósito. Eva bajó rápido y buscó con la mirada a Manuel, a quién encontró apoyado en una valla. Se había cortado el pelo recientemente y lucía un abrigo nuevo, largo y a juego con unos elegantes zapatos de cuero que nunca le había visto antes. Claro que hacía casi dos años que no lo veía, desde el asunto aquel del prostíbulo de la calle Comerç.

Guapo, está muy guapo. Vaya estilazo que ha cogido estos años, pensó Eva antes de saludar.

- ¿Qué pasa, Manuel? Dime, ¿para qué me llamas?
- Eva, siento las formas. Quieren matar a Bermúdez. Vamos a dar un paseo y te lo cuento.


viernes, 5 de diciembre de 2014

Ciudades

Las ciudades invisibles de Italo Calvino es uno de los libros más hermosos que tengo. Tramado con maestría de orfebre y escrito con el verbo justo, sus historias nos llevan de viaje, como al emperador y como a Marco Polo, hasta esas ciudades imposibles y raras que sólo pueden existir ahí. En el libro.


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No me ven
Caminar por una ciudad, aún sea la propia, la que se habita, invisibiliza. Paseas, miras escaparates, observas a los demás pero a ti nadie te ve.

Si uno quiere estar sólo o se desdibuja en la ciudad o se aísla en un ermita.


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Bufanda
No tengo bufanda. Las perdí todas en la última mudanza. Ha llegado el frío y yo me he cortado el pelo, así que ando por ahí con la nuca destapada y a merced del viento. De momento ya he utilizado una boina, roja. Pero no tengo bufanda.

Igual me compro una. Debería ser roja. ¿Creéis que una bufanda roja puede traer buena suerte?

Igual sí, igual no. Quien sabe. Pero seguro, seguro, seguro que es bonita.


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Momento musical, la versión del Cantaloop de US3, del 93.


martes, 2 de diciembre de 2014

Una micra de actualidad

Asisto con alivio al final de este año de mierda. Isabel II tuvo el suyo y ahí está, con su armiño por sus aposentos de Windsor. Si yo sobrevivo a este será un milagro.

Y los milagros hay que aprovecharlos. God Save the Queen!


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Arcas
Los nacionalistas han decidido hoy muñir más a la exangüe arca pública y así financiar sus paranoias. Que si más embajadas, que si más hacienda propia, que si más blablablabla. Eso sí, será el gobierno central quien tenga que poner la cartera. Cojonudo.

Muy cansino y muy caro.


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Fútbol
Quedar para un duelo al amanecer a base de palos es de idiotas. Ir a darse de palos de todavía más idiotas. Luego, todos a rasgarse las vestiduras y quitarle plomo al muerto. Un asesinado no debe parar el espectáculo.


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Momento musical, el queridísimo tema de E.T., que tengo ganas de ver esa película. A ver si ahora que viene navidad.


 

lunes, 1 de diciembre de 2014

No abrir

- Si llaman a la puerta, no abras.

Te lo repitieron tantas veces que le cogiste miedo a la puerta. La mirabas con recelo cada vez que creías ver una sombre en la mirilla e, incluso, una vez estuviste segura de ahí había alguien.

Aquel día te sentaste en el suelo sin apenas respirar, que eso hace mucho ruido y tu no querías que nadie te oyera. Si eso pasaba, llamarían a la puerta y entonces tendrías que contenerte para abrir. Estuviste ahí un buen rato. Un par de horas quizás. Contaste hasta cien tres veces y reptaste hasta el final del pasillo, ahí donde estaba la última habitación.

Desde ese lugar acechaste la llamada sin dejar de mirar la puerta y esa luz intensa que cortaba las ranuras. Un cambio en la intensidad te aseguraría de que iban a llamar. Y si eso sucedía, jamás abrirías. Te lo habían repetido muchas veces: si llamaban, no había que abrir.

La luz del otro lado de la puerta desapareció con un zumbido seco. Te agazapaste más aún, ya casi vivías pegada a la esquina más alejada de la puerta. Seguías mirando a la puerta, pero ya no veías nada.


jueves, 27 de noviembre de 2014

Hedor

En Cataluña nos vamos a la mierda. Aquí no gobierna nadie. No hay más plan que un poco de oxígeno para ver cómo huir de la justicia que acecha.

No es que en Madrid el panorama sea mejor. Entre imputado e imputado, coletas y castas la corrupción y la pringue alcanzan una magnitud tal que ya no hay espacio para nada más.

El anuncio de la Lotería está muy bien y es muy emotivo y tal pero el señor que llora en realidad llora del dolor de huevos que le da la politicada patria.

La opción para no llorar pasa por tomarse todo esto como una tragicomedia a lo Valle-Inclán y ver quién es el último que quedará de pie. De momento, hay dos vías: la de Rajoy en su madriguera y la de Mas paseando coloridos plumajes.

A mí me ha tocado sufrir la segunda que, además, luce abalorios propios de cualquier régimen totalitario. Así que como bien dice Arcadi Espada, la única opción moral en Cataluña es ser extranjero. Dicencia que extiendo a todo el país.

El hedor es insoportable.



miércoles, 26 de noviembre de 2014

Conversación

Los truenos me han despertado hoy. Luego ha llegado un diluvio y luego un extraño silencio. Quietud total. Y ha salido el sol y he salido yo hacia la panadería.

Delante de mí dos señoras hacían cola. Una llevaba un traje de falda de dos piezas color verde botella, de esos que nunca venderían en Zara y en cambio son la estrella de las boutiques de barrio, unos zapatos con tacón de gato y un peinado muy cardado y a mechazos rubios, casi blancos. La otra lucía unas enormes gafas de montura dorada sobre el puente de su nariz que aseguraba con un pomposo cordón dorado. Esta segunda era robusta y apenas cabía en su abrigo de corte cruzado.

Parecían haberse encontrado por casualidad en la cola de a por el pan y hablaban sobre una tercera comadre llamada Carmeta.


- Se le murió el primero. Se le murió el segundo. Se le murió el tercero.
- Ay hija, qué mala suerte.


Suerte la mía de estar viva, he pensado. Qué desgracia la de esa señora, que ha perdido a sus tres hijos, me asombraba yo fascinada por el relato truculento de tan trágica vida.


- Pues sí.
- ¿Y ahora?
- Ahora Carmeta está con un sevillano de Sevilla y se lo está pasando pipa. Dice que es el mejor de todos y que de momento no se le muere.


He pagado lo mío. He salido del local. He caminado hacia casa. He meditado sobre que si llego a vieja quiero ser como Carmeta. Se le mueren los hombres pero ella, ahí. Sustituye al rey muerto por el rey puesto y que le quiten lo bailao.

Si alguién sabe cómo se hace eso o conoce a Carmeta, que me avise. Gracias.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Mirad. ¡Un barco!

- Mirad. ¡Un barco!

Marta señaló un punto lejano que se esbozaba borroso en la línea lechosa y densa del horizonte que se veía desde la playa.

- Mirad. ¿Lo véis? Es un barco que se acerca.
- Marta, cariño, no vemos nada. Allí no hay nada. Y, cariño, deja a los mayores que hablen tranquilamente.
- Pero, hay un barco que se acerca. Lleva tres velas desplegadas: una latina en el palo de mesana y otras dos cuadradas en el mástil mayor y el trinquete. La manga es muy ancha, seguro que está construida con una quadernas enormes. Se nota que el forro está bien calatafateado y que la quilla es fina. El barco avanza rápido y con rumbo firme.
- Marta, nena, de verdad. Deja de molestar a los mayores que tienen derecho a estar tranquilos.
- Pero, hay un barco que se acerca. Palas Atenea ocupa el mascarón de proa, justo encima del ancla y en la popa el timón de rueda parece manejarse sólo. Tiene seis agarres pero nadie lo agarra. ¿No lo véis?
- ¡Marta, qué cría! O te callas o te castigamos sin salir esta tarde. Hay que ver qué niña más pesada. Qué incordio. Es la tercera vez que te decimos. Deja en paz a los mayores que están hablando de cosas importantes.
- Pues hay un barco que se acerca y ya casi toca la orilla. Ahora ya se ven los ojos de buey y los cabos de cáñamo y las jarcias y el rojo de la toga de Palas Atenea.
- Niña, de verdad. Te acabas de ganar un cástigo: esta tarde no sales y ahora vete a la orilla que aquí molestas. Ya te hemos dicho que no vemos nada y que no molestes. Qué pesada eres, niña.

Marta dejó de hablar y miró a los mayores que seguían parloteando sobre el calor, lo cara que estaba la vida y lo pesada que se habían puesto las abuelas por la mañana insistiendo en ir al mercado.

Se dió media vuelta. El barco se había detenido y fondeaba unos metros más allá de la boya.

Marta recogió sus rastrillos, sus cubos y sus moldes con los que había jugado antes de ver el barco. Los apartó a un lado, se ajustó el bañador y se metió en el mar sin salpicar. Apenas levantó una onda sorda en la superficie del agua.

A las dos y media los mayores decidieron que tenían hambre y que había que subir a comer. Llamaron a Marta. Nadie contestó.  

domingo, 2 de noviembre de 2014

Marta

El sábado por la tarde Marta llamó entre lágrimas.

- Tía. Estoy en el hospital. Me he roto el tobillo.

Mierda, pensé, pues me quedo sin plan para hoy. Adiós cena, adiós discoteca, adiós chicos. A la mierda.

-  ¿Cómo que te has roto el tobillo? ¿Qué ha pasado?

Marta no paraba de llorar y apenas pude entender que se lo habían roto. Que el capullo que tenía por novio se lo aplastó con la puerta del coche mientras ella salía y que ahora ella estaba con su hermano en el hospital. Con el tobillo roto y llorando sin parar.

- Tienes que denunciarle, le dije. Primero cálmate y luego le denuncias. Qué hijo de la gran puta, cabronazo. ¿Te duele?

Marta seguía llorando y claro que le dolía. Decía que no, que no iba a denunciar. Que mejor dejarlo estar y que tenía miedo de que si lo denunciaba el chico volviese a pegarle. Más tarde me contó que era normal que el chico la abofetease, que lo había hecho en varías ocasiones y yo quise echarle la mayor bronca de su vida. Pero, ¿para qué? Hacía ya tiempo que Marta estaba mal, deprimida, sin salir de casa apenas y vomitando cada uno de los atracones que se daba. Estaba tan mal que incluso se dejaba pegar por un capullo al que yo quería matar.

A mí me daba miedo acabar como ella. Yo tampoco salía mucho de casa y también vomitaba los atracones que me daba. Ella pesaba unos 47 kilos y yo, por fin, había conseguido subir a 49. Seguíamos sin poder soportar nuestra imagen aunque ya no nos contábamos como antes todo lo que hacíamos para perder medio kilo, un quilo, 100 gramos de peso. 

Así que me callé. Me puse a llorar, le di un abrazo muy denso y me callé. No supe qué más hacer.

Pensé que no quería estar tan mal como para dejar que nadie me pegara. Pensé que Marta se merecía una vida mejor. Pensé en que nadie podía entender qué nos pasaba y que si alguien se enteraba de que a Marta su novio le había roto el tobillo todo el mundo se reiría de ella. Quise protegerla y evitar que pasara vergüenza y que los demás hablaran sobre ella. Le prometí no contárselo a nadie.

Marta y yo nos separamos. Creo que esa promesa me pesó demasiado y aún hoy me sigue pesando. Yo no supe cómo ayudar a mi amiga y apenas entiendo cómo hice para ayudarme a mí. Tuve que alejarme, tuve que construirme de nuevo en otro ambiente, con otra gente. No he sabido mucho de ella desde aquel día en que llamó llorando. Alguna vez le he escrito y ella me ha contestado. Sé que ahora vive lejos, pero no sé ni a qué se dedica, ni si tiene familia, ni si es feliz o no, ni si se acuerda de mí.  

La adolescencia cicatriza mal y deja una herida que molesta para el resto de la vida. Incluso aunque la acaricies levemente, molesta.

jueves, 30 de octubre de 2014

Un mapa

Mira el mapa y piensa que no vocifera. No, no. Un mapa, piensa, no vocifera.

Luego recorre con las delicadas y, se atreve a pensar, preciesa líneas que lo dibujan y parecen elevar el contenido. Aquí, el Ebro. Aquí, los Alpes. Ah, esto es Roma, sin duda. ¿Y los Urales? Dónde están. Ajá. Encontrados. Eso es lejos, muy lejos, sin mar, sin ríos pero la forma... la forma... sí, sí. Mongolia, sin duda. Abajo la India, claro, ya veo los montes del Tíbet y además esa forma casi triangular no puede ser sino la India. Qué lejana, la India. Ahí, al lado, Birmania, Laos, Siam, el Reino Khmer y Funán. Y Champa. Sí, sí, ya veo. Y luego, el Pacífico, tan inmenso y tan vacío.

Reconoce el significado, que eleva a la categoría de deseo. Quiere ir, quiere pisar todos los lugares que el mapa representa, segura de que si tanto emocionan sobre una página más lo harán cuando vaya. ¿Y yo? ¿Dónde estoy en ese mapa? Se encuentra y entonces mengua bajo la masa densa y aplastante de la escala.


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Sentada
Hoy me he sentado frente de dos personas. Una ha entendido y la otra ha decidido. Yo me he convertido en una espectadora agradecida de que alguien entienda y decida por mí. Algo excepcional pero que ahora ayuda. Y se agradece. Gracias.


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Política
Me he prometido no hablar de. Pero sí. Sólo apuntar que hay una aplastante y muy soviética pancarta amarilla con aplastantes letras rojas que amenaza a los que paseamos por Paseo de Gràcia. Hay días en que la ocupación del espacio público de los nacionalistas se vuelve insoportable hasta la naúsea. Por totalitaria, por absurda y por irracional. Y por protoviolenta, también.



miércoles, 29 de octubre de 2014

Crecer

Érase que se era una niña que miraba al mundo con los ojos muy abiertos, pues todo le parecía fantástico y siempre quería conocer más. La niña se encantaba con las letras, con los dibujos y los relatos de los mayores, sobre todo de aquello que narraban los ancianos. Curiosa, la niña observaba y registraba cada detalle, por imperceptible que fuera y siempre pregunta su porqué. También adoraba el significado de las palabras y se entusiasmaba cada vez que descifraba una. El día en que supo juntar varias letras y formar una palabra que comprendía esa niña acarició la felicidad. Era, claro, una niña sensible e inteligente y pronto lo bello se le reveló como esencial.

Esa niña vivía en un mundo que no era tan bello, ni tan revelador, ni tan exhaustivo como a ella le gustaba que fueran las cosas así que pronto se decepcionó. Pronto supo también que la decepción sería una constante ya que ¿cómo puede una niña sensible e inteligente integrar un mundo hostil y repleto de fealdad? No puede, supo la niña. Y supo también que eso la haría infeliz.

Lo supo entonces y lo sabe hoy, cuando la niña que miraba con ojos abiertos es ya una adulta que mira con los ojos muy abiertos.


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Calle Itaca
Hoy he recibido un correo en el que Jorge Berenguer me invita desde los pies de la sierra madrileña a que pasee por su blog, que recién estrena. Buceo por él y aquí lo cito.

El blog se llama Calle Itaca y ahí escribe Jorge. Supongo que esto de escribir el blog es propio de treintañeros con vida interior que, como mucho, tienen que pagar la próxima factura de la luz o prepararse una tortilla para cenar.

Aunque esa factura sea enorme y la tortilla no tenga sal.

Os dejo aquí el enlace de Calle Ítaca. Leed, o no. http://jorgeberenguerubeda.blogspot.com.es/


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Momento musical, Mi Swing Es Tropical de Quantic & Nicodemus. Una canción vital y divertida que en estos tiempos tiene a bien levantar mi ánimo.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Circular

Algunos afirman que la circular es una forma perfecta. Que empieza y acaba sin aristas y sigue una circunferencia suave y progresiva. Exactamente los mismos grados en cada punto. Se cierra y se abre en un punto desconocido y a la más leve imperfección la pureza del círculo desaparece y el círculo mismo se esfuma, deja de ser.

Las personas que afirman eso nunca han estado en uno.

Sólo lo conocen en su forma ideal. Los que hemos estado sabemos que la circular es una forma absoluta y que uno debe violentarse para salir de ella. Y aún así.

Un círculo, digo, resulta hórrido. Sin principio y ¡sin fin! No es posible saber dónde empieza ni cuándo acabará. En él la tensión es continua, permanente e inalterable. No sube, no baja, no muta. Igual. Y luego, igual. Y luego, igual, igual y igual y ya no se sabe si estamos en el luego, en el antes o en el ahora.

El círculo no tiene dirección, ni historia, ni tiempo siquiera. No avanza ni retrocede, es sólo una línea circular de la que no se puede salir y a la que tampoco se puede entrar. Es tiránico: o es un círculo o no lo es. No hay medias tintas o es un círculo perfecto o no es nada.

Los círculos están llenos, ahí no cabe nadie más y por eso nadie puede salir de un círculo sin romperlo. Algo que, por supuesto, los círculos no están dispuestos a permitir.

Alguien, alguna vez, dibujó un círculo. Los sabios se alertaron y corrieron a desglosarlo en radios, circunferencias, diámetros y arcos intentando, ¡ay vanidad¡, acabar con la tiranía del círculo mediante una razón de taxidermista. Pero el círculo ya estaba aquí. Y reía, y reía y reía a la idea de que unos simples humanos fueran a la vez tan excelsos y tan locos como para crearle y pretender acabar con él.

Esa risa sólo cesó cuando lo utilizaron para crear un triángulo.

Daniel Phillips, CC


La risa, digo, enmudeció y hoy el círculo espera soberbio al temor de los humanos que, por contra, no hacemos más que alabarlo. 


lunes, 22 de septiembre de 2014

Otoño, hola

Si se me pregunta por el verano no sabré qué decir. Imposible clasificar a una de las temporadas más convulsas que recuerdo. 

En política. En familia. En trabajo. En la vida en general. 

Y qué queréis. El otoño solía ser una época tremenda: se acababa la fiesta y empezaba la emoción. Luego el otoño era un drama después de unas breves mieles. Cortas y breves. El típico síndrome postvacacional sin épocas tremendas ni emociones de principio de curso. 

Hace tiempo que las estaciones han perdido su sentido. Eso es cosa de los jóvenes que culminan hitos en cada una de ellas. Los adultos nos conformamos con que al cabo de tres primaveras, o tres otoños, o tres veranos o tres inviernos la vida interese un poco más. Una chispirrita. Que ya es. 

Hoy el otoño llega. No sé cómo será. Por el momento nos ha traído frescor y lluvia y una rutina que voy a romper cogiendo la brocha y pintando paredes. Igual es que me mola el olor a disolvente. Igual es que a falta de diazepán pues pinto paredes. Quién sabe. Igual sí. 




sábado, 20 de septiembre de 2014

Voy a escribir

Sobre la nada que es nadie. Nada y nadie. Esto es lo que ocupa mi vida y lo que soy. Nada, no hago nada. Nadie, no soy nadie.

No tengo un sitio a donde ir, ni de donde salir. Tampoco un lugar al que volver. El vacío me ocupa y habla poco. Hablar con él es como mirar a un sitio que no existe: nunca contesta nadie. Antes estaba enfadada y luego estuve triste. Antes, hace más tiempo aún, recuerdo reírme mucho y pasarlo bien. Pero eso fue antes. Hace tiempo. Mucho tiempo. Tanto que ni me acuerdo cuándo.

No duermo mucho. Tampoco como demasiado y en apariencia vivo. Lo hago como un animal. Todavía soy capaz de pasar algunas horas haciendo ver que hago algo. Los demás parecéis asumir que es así. No preguntáis y yo no pregunto. Camino, me muevo, me alimento y estoy limpia. Con eso basta para aparentar vida. No duermo mucho porque la alerta se ha convertido en un estado permanente. Una amenaza sorda y continua que sugiere que todo puede empeorar. Y que seguramente así será.

Antes me reía pero no recuerdo porqué. Ahora ya no me río. No sabría de qué. Tampoco estoy enfadada o triste. Qué va. Eso también fue antes, cuando creí que siendo fuerte todo se arreglaría. Bueno, todo no pero sí, al menos, una parte.

Pero no. Eso no pasa y creer que pasará no tiene sentido. La nada es permanente y en ella soy nadie.

Después de triste me sentí amenazada. Supongo que fue nadie quien me amenazaba. Yo ya sabía que estaba ahí, detrás de todo. Acechaba esperando su turno tras la risa, la ira y la tristeza. Lo sabía pero hice como si no, pensando muy ingenua que si lo ignoraba dejaría de estar. Olvidé que nadie no está, que es nada y que los esfuerzos por obviarlo son inútiles. ¿Cómo girarle la cara a nadie? Es imposible.

Ahora, nadie está aquí, conmigo. Lo tengo a mi lado mientras escribo y me vigila. Puede que sea incluso nadie quién escribe en mi lugar. Yo le dejo, ya no me da miedo. Nadie, por lo menos, es absoluto y eterno, como la nada que lo acompaña. Me ha elegido y yo escribo. O quizás es él. Tanto da. No lo temo como antes me pasaba. ¿Para qué? Él estará de todos modos y, si quiere, me tendrá. Además me ha enseñado algo cierto: me dice que me acostumbre a él y que va a seguir a mi lado cuando decida que la dosis de sufrimiento ha sido suficiente. Me ha dicho, también, que puedo acabar con él cuando quiera.

Y en medio de la nada, nadie me ha reconfortado. Será desconocido pero no es esto.

Vosotros parecéis felices. Sabed, sin embargo que nadie también os espera y que nos encontraremos en él.

sábado, 25 de enero de 2014

Por ahí no, querida. Por ahí, no.

Hasta el moño. Que suele ser justo el momento en que me decido a dar entrada bloguera a mis inquietudes.

Empiezo. Feminismo, boh. Qué aburrimiento. El histerismo casi patológico que ha alcanzado este movimiento pseudoprogre se manifiesta en la que se ha liado a raíz de las azafatas del stand de Gandía en Fitur.

Ha sido salir una foto en Twitter y hordas de indignados se han lanzando a cacarear como si no hubiera mañana. La razón: las generosas curvas de las muchachas que promocionan el stand, que, por lo que se ve, es la peor forma de agresión violenta hacia la mujer que existe. No se dice qué mujer, es la mujer en general. No sé explica en qué las curvas agreden, como tampoco se dice en qué las no curvas agreden. No sé aclara en qué consiste esta agresión. Lo único que se hace es poner el grito en el cielo, protestar, amenazar, insultar y largar discursos incendiarios aludiendo a no sé qué patriarcado de nombre indefinido en un discurso vacío y sin argumentos.

Lo peor es que las instituciones siguen la estela del vociferio. Y amenazan con sancionar una actividad que no dibuja más delito que el molestar a unas hembras de piel fina que pretenden que toda mujer sea protegida como una niña pequeña, sea objeto de una discriminación positiva que sigue siendo discriminación y que pretende imponer a la sociedad sus ideas a golpe de porque lo digo yo. O sea, un insulto a la inteligencia del resto de ciudadanos.

Pues no señoras. No hemos conseguido igualdad de derechos y libertades individuales para pasar de estar sometidas a los hombres a estar sometidas por las mujeres. Que seas mujer como yo no te da derecho a hablar por mí ni te legitima a decirme cómo tengo que vivir, pensar, consumir, follar, comer, beber o viajar. Dedícate a tus cosas, querida, y respeta que los demás vivan, actúen, piensen y trabajen como les da la gana. Que en eso se basa la libertad. Por cierto.



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Ultra lex
En un extremo tenemos a la señoras vociferantes y al otro a los señores que las matan callando. Gallardón, Fernández-Díaz, Mas y compañía que se empeñan en devolver el tinte místico a la política patria.

Proteger el supuesto derecho de los no-nacidos. Invocar a la virgen para desarrollar una ley. Defender a una nación del insulto y la ofensa. Discurso de corte ultra que cercenan la libertad y la responsabilidad del individuo en pos de un bien común de tinte milenarista.

Algo ordinario ya. Y no tan alejado del vociferio feminista. O más bien en la misma línea, que pasa por imponer la moral propia al resto de ciudadanos.


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Momento musical. Una perla entre perlas: Mina cantando Moliendo Café. Ojo a a la puesta en escena.